sábado, 4 de junio de 2011

Las patatas


Son muchos los indicadores económicos que ponen de manifiesto el empobrecimiento general de los españoles. Lo peor en esta ocasión no es que se vendan menos pisos, que haya decrecido la compra de coches o que sea más fácil encontrar mesa para cenar en el restaurante. Mucho más grave que todo eso es que según los sondeos del mercado se haya disparado el consumo de patatas, un producto cuya demanda suele decrecer de manera sensible en momentos de prosperidad. Hay muchas maneras de averiguar la marcha real del país, pero el dato de las patatas parece incontestable, más aun que el del precio del pollo, que era hasta ahora la referencia más socorrida para conocer con cierto rigor estadístico la salud de las cuentas familiares. Pero hay otras señales alarmantes, entre ellas la sobrecogedora evidencia de que en los comedores benéficos se sientan a la mesa personas cuya presencia allí era impensable hace solo unos meses. Y si uno se fija bien hasta descubrirá la sombra obvia del empobrecimiento en el número de personas que se deshacen de su perro porque necesitan para que coman los suyos el dinero que les costaba a diario la dieta del animal. Si preguntásemos a los empleados del servicio de limpieza tal vez detectaríamos otra inequívoca señal del creciente empobrecimiento en la calidad de las basuras domésticas. De las calles han ido desapareciendo los perros que husmeaban en los desperdicios, y si prestásemos atención, nos daríamos cuenta de que por falta de contenido orgánico en las basuras, tenemos ya vagando sin aliento por nuestras ciudades a muchos de los gatos más delgados de Europa. Según los expertos tendremos crisis para cuatro o cinco años, lo que significa que incluso cabe la posibilidad de que las patatas se conviertan en artículo de lujo y los españoles más necesitados se vean obligados a improvisar una dieta de emergencia, con severas restricciones acordes con cualquier hecatombe ecológica o propias de inquietantes tiempos de postguerra. Yo miro alrededor y me preocupa que cada día eche el cierre algún negocio, que las basuras ya no tengan huesos ni espinas y que los perros miren con recelo a sus amos, quien sabe si temerosos de dejar de ser un fiel amigo de antes para convertirse en una receta de cocina que sus invitados degusten en una cena a media luz, condimentado el pobre can si fuese conejo a la cazadora. ¿Saldremos de esta? Desde luego que si, claro que saldremos. Los ciclos de la economía suelen hacer mejor las cosas que los políticos que interfieren en ellos. Superaremos el mal momento, bajará otra vez el consumo de patatas y nuestros gatos ganarán peso. Y llegado ese momento habremos aprendido que el empobrecimiento de estos años nos sirvió al menos para darnos cuenta de que el ser humano da lo mejor de si mismo cuando tiene los sueños de sus dioses sin perder de vista la dieta de su perro.


José Luis Alvite.

1 comentario:

gaia07 dijo...

Lo peor de esta crisis ¿sabes qué es?
Que dinero hay, y comida también.

Un beso

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