domingo, 12 de junio de 2005

Alicia


A Indah,
a esa mujer sin rostro
amante de la poesía.

Carlos Oroza,
dedicado a la "alquimia de la poesía"
es de los pocos poetas malditos que aún viven,
y con el que me he tropezado un par de veces.
Cofundador de la revista "Tropos"
e integrantente del movimiento "beat"
fue Premio Internacional de poesía Underground
Joshua Naraim

“Tienes tanto aire en tus manos
que el cielo se te viene abajo”
Carlos Oroza


ALICIA

He venido a verme. Quiero salir y no puedo entrar.
Paso por el lado simplemente y no me llaman.
Y veo a Cátin. La ciudad en sus números y la luz. La calma.

Era en un sexto de un seis de una calle que arrancaba del centro
Una distancia que sólo se conocía por teléfono
Y vino un desconcierto. La calma. Vino la calma.

La calma y mirarás. La mirarás decía
Y sus ojos tenían la precisión táctil de su boca
La calma. Vino la calma.

Y Alicia había declarado al mar calamidad sentimental
Y en el interior había vibraciones incrustadas
Manchas que se reproducían en latidos
Y se esparcían manifestantes y multitudinarios por los escaparates
Donde permanecían horas y días
Con la cabeza apoyada en los cristales.

Alicia tenía la sonrisa. La alegría del que pierde la respiración
Alicia era una mujer que se confundía en principio
Desde la primera escalera de un sexto izquierda
Un séptimo izquierda que arrancaba del centro
Una distancia que sólo se conocía por teléfono
O a través de sus gemidos en el estado íntimo de su soledad.

Y en la ciudad de cristal del arquitecto de Suiza
Alicia buscaba el alivio
Alicia había quedado solo
Porque las lunas de los escaparates estaban todas ocupadas
Y no había un milímetro para apoyar su frente

En los grandes edificios habían puesto andamios
Y en la parte de la ciudad alta
Todas las ventanas estaban ocupadas
Por los delirantes que tenían las frentes agujereadas

Los hombres estaban suspendidos en el aire
Sobre los andamios con las frentes inclinadas en las ventanas

Alicia fue a apoyar su frente a los stops
A los coches que habían quedado aparcados
Y los coches estaban también ocupados
Y las ventanas de los coches Los cristales
Estaban pegados en las frentes que deliraban de dolor.

Alicia fue a refugiarse en la púrpura de los ángeles
Y la púrpura de los ángeles estaba pegada en la frente dolorida de los místicos
Y fue a buscar la cera de los laboratorios eclesiásticos
Y no había solución
La ciudad de cristal del arquitecto de Suiza
Estaba totalmente ocupada.

Alicia anduvo recorriendo toda la ciudad
Y fue a los stops y a los anuncios publicitarios
Y todos los anuncios
Y los stops
Y la luz piloto de los coches
Estaban ocupados por las frentes que deliraban de dolor.

Alicia fue a ver los ojos abiertos de los animales muertos
Y los ojos abiertos de los animales muertos
Estaban ocupados por las golondrinas
Que se apoyaban contra el ojo derecho de los animales muertos
Del interior de la ciudad de cristal del arquitecto de Suiza.

Alicia fue a la estación
Donde estaban los coches de los ferrocarriles
A ver si había una posibilidad.

Miraba si había una rendija de luz
Que se introdujera por debajo de las puertas de los trenes
Para apoyar su frente
Pero no era posible
Porque aquella luz que bajaba por debajo de las puertas de los trenes
Estaba ocupada por las frentes de los animales
Que antes se habían nutrido de los enfermos neurálgicos de los trenes
Que viajaban a la ciudad de cristal del arquitecto de Suiza.

Alicia andaba sola
Y se perdía buscando un espacio en las ventanas
En las lunas de los museos
En los escaparates
Y no había un minuto para apoyar sus latidos
No había llanto
Y no era posible inclinar la cabeza sobre la humedad de una lágrima.

No eran posibles los extraordinarios Las horas fuera
En los relojes no había siquiera una hora
Que penetrase contra el punto neurálgico de la cabeza
Habían desaparecido los pinchazos exteriores
Para luchar contra el dominio interno de la cabeza.
Pero ahora ya no hay nadie en los andamios
Nadie esta con las frentes en las lunas de los escaparates
Ya no hay más frentes acariciando la púrpura de los ángeles
Ya no hay más gente rociándose la frente
Con la cera derretida de los laboratorios eclesiásticos

Ya no hay más
Nadie
Nadie está mirando a los altares
Aproximando la frente a los monumentos
Nadie esta suspendido en la ciudad.

Nadie está de pie buscando el frío de los escaparates
Buscando el frío el viento de las alturas por el cráneo
Nadie
Absolutamente nadie.

Porque todos los que estaban suspendidos
En la ciudad de cristal del arquitecto de suiza
Habían descendido
Se habían desplomado contra el suelo boca abajo
Y habían desocupado todas las estancias
Y sucedía entonces que por el suelo no se podía andar
Porque el suelo estaba repleto de bocas boca abajo
Y el espacio aéreo fue ocupado por otras formas de animales.

Carlos Oroza






1 comentario:

indah dijo...

Y ya ves, ella, que ama la poesía, me pide consuelo a mí que soy amante de la poesía. Así que, le recuerdo que según Escher todo es relativo, por ello en su "Escaleras arriba, escaleras abajo" extraños monjes las suben continuamente hasta que alguien, quien sabe quién, les da permiso para que las bajen. Sin embargo, en ambos casos están siempre en el mismo sitio.

Ay, indah: “Tienes tanto aire en tus manos que el cielo se te viene abajo”. Pero, le digo, ojalá no cambies nunca; no te asustes: busca. Este poema es como el arriba-abajo, izquierda-derecha, cóncavo-convexo de Escher, y no olvides que, en realidad, él no se dirige con sus obras a la parte racional y lógica de tu cerebro, sino al mundo onírico del subconsciente. Y la imaginación vence a la razón, por eso, su mundo mágico es, pese a todo, perfectamente real y creíble.

Tremendo poema, Joshua, que no conocía y que releeré con frecuencia.

Gracias.

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